En la tranquilidad de la fría mañana , basta una ligera brizna
de viento para que el bosque tome vida; es de acompasado arte los ligeros movimientos
de hojas, pareciera que la masa arbórea temblase; a ratos simulan pedazos de cristales
o pétalos amarillos, verdes y marrones en perfecta armonía.
Todo un paraíso de diversidad se da cita en Canencia en
breve paseo de no más de seis kilómetros. Se ofrecen quietos abedules, tejos, acebos, brezos, pinos, robles
e incluso algunos ejemplares de Abeto de Douglas.
Hoy, en los inicios de noviembre de 2013,
llegan agradables temperaturas sin cita previa; el refranero referido al santoral, se ve traicionado y rompe sus siempre certeros pronósticos “ por los Santos nieve en los altos, por San Andrés (30 de noviembre ) nieve en los pies”; o será que San Martín viene adelantado: Nos encontramos a escasos días del Veranillo de San Martín (el 11 de noviembre), episodio meteorológico de carácter anual en el cual, en el Hemisferio norte, durante alguno de los últimos días de verano y los primeros de otoño, la temperatura se mantiene agradable.
Entre la masa arbórea lucen con gracia, los robles Quercus robur y
especialmente los abedules(betula alba) , que se distinguen por sus troncos plateados, aunque llenos de
estrías negras, dada su edad, y sus hojas romboidales dentadas hoy vueltas en
tonos oro, ocres y marrones.
Es mucha la leyenda y lo que se ha escrito sobre los
abedules. En diferentes culturas y épocas históricas se reitera sobre sus cualidades
purificadoras, en gran
parte debido a sus usos medicinales; en otras, es considerado árbol mitológico. Para
los celtas era un árbol sagrado; era el árbol de comienzo, símbolo de la
renovación, de las nuevas oportunidades, lo que vuelve a nacer. Debido principalmente al ser de todos los árboles, el primero renueva las hojas.
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