Las
pasiones humanas son un misterio: quienes se dejan arrastrar por
ellas no pueden explicárselas y quienes no las han vivido no pueden
comprenderlas. Hay seres humanos que se juegan la vida por subir a
una montaña. Nadie, ni siquiera ellos, pueden explicarse realmente
por qué…”‘
La
historia interminable’ (Michael Ende, 1979)
Desconocemos este mundo
y toda la sabiduría y riesgos que entraña, pero en el espíritu de
muchas personas se encienden determinadas luminarias que crean
adicción. Alcanzar las cimas de las montañas, caminar
por las alturas, esquivar todos los contratiempos y
seguir adelante es la llama que prende. No hay satisfacción si no
hay logro y todo viene y va en el empeño.
Con esta filosofía de vida y a pesar de las previsiones tan poco alentadoras, con vientos muy desatados en un día claro, antes del alba, desde Espinama, iniciamos una aventura que se había planificado con bastantes meses de antelación. El teleférico estaba cerrado, y vientos de 70 a 80 km en altura hacían difícil esta empresa. Elena, Juan, Pedro, y otros líderes del grupo miraron al cielo y decidieron, con el espíritu de aventura que les caracteriza, lanzarse a la epopeya de llegar al Urriellu, a pesar de no contar con el teleférico.
Desde
el parking de Fuente Dé , con la mirada puesta en la pared que
frente a nosotros se alzaba, iniciamos la importante ascensión
para salvar los 700 m. que nos permitieran llegar hasta el
lugar donde termina el teleférico. En plena subida cuando
llevamos aproximadamente la cuarta parte de la ascensión un
grupo opta por ascender por la canal de Jenduda y otros
seguiremos por una senda (Km vertical) que muy bien marcada -
exigente en algunos tramos- nos lleva hasta el final del
teleférico.
Una
vez allí un grupo decidió seguir con la empresa y otros iniciamos
un plan alternativo; no llegar al refugio del Urriellu, caminar
por el valle que va hacia horcados rojos y después bajar por
Aliva, ante las impresionantes dificultades que
observamos.
Con
fuertes vientos iniciamos el descenso desde Aliva, con unas
vistas siempre nuevas y emocionantes, dejamos a la izquierda del
camino el Chalet Real , entre prados verdes en contraste
con imponentes roquedales grises bajo el cielo azul
sembrado de nubes.
Hasta
principios del s. XX el Chalet Real fue el refugio de caza del rey
Alfonso XIII (Madrid 1886–Roma 1941). Tras dejar el Chalet,
llegamos hasta el Hotel. El Hotel Refugio de Áliva
(1.660 m), antaño era alojamiento de los mineros de las Minas de
Mánforas . Atravesamos la explanada del hotel a la derecha y tomamos
la pista sin pavimentar. En una amplia curva a la izquierda desciende
hasta los pastos de Puertos (o Prados) de Áliva.
En
este paseo pudimos
descubrir los distintos plegamientos y glaciaciones que han
conformado este grandioso paisaje, que modelado por el hielo,
cambios de temperatura y el efecto de las aguas sobre la piedra
caliza, ha creado gran parte de estas montañas, hoy objeto de
culto para muchos montañeros.
Enlaces
sobre minas de Espinama.
http://www.espinama.es/historia/mineria1.html
http://www.espinama.es/historia/mineria2.html
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