
Frías pequeña gran ciudad.
En
pleno valle del Ebro, sobre un peñasco de toba cercano a Los Obarenes se
encuentra la ciudad de Frías, de enorme interés geográfico, histórico y
artístico. El nombre de esta ciudad ya hace referencia a sus condiciones
climáticas, ya que desde antiguo se caracterizó por ser un lugar frío, aunque
con claras ventajas estratégicas.
Frías
surgió en el contexto de la Repoblación, ya que la ocupación de la margen
derecha del Ebro exigía contar con un nuevo emplazamiento estratégico de fácil
defensa. Aparece por primera vez citada en documentos del año 867. A la muerte
de Sancho III, las luchas del siglo XI entre castellanos y navarros dejaron el
poblado casi arruinado. De ese estado se repondrá lenta y trabajosamente a lo
largo del siglo XII, para convertirse en una de las villas más dinámicas del
territorio norteño burgalés. Alfonso VIII ratificará con el correspondiente
fuero, otorgado en 1202, la importancia de Frías,
consagrada como villa estratégica para el desarrollo económico de la comarca y para el transporte de mercancías desde
la ciudad de Burgos al Cantábrico. Entre los grupos llegados a Frías al amparo
de los privilegios alfonsinos se encontraban los judíos.
Durante la primera mitad
del siglo XV, Juan II otorgó a la villa
numerosos privilegios y en 1435 le concede el título de “ciudad”.
Años después, en 1446, será donada a la poderosa familia de los Velasco, condes
de Haro, a cambio de Peñafiel. Los Velasco completan así su dominio en todo el
norte burgalés. En 1492, durante el reinado de Isabel la Católica, se crea el
ducado de Frías a favor de D. Bernardino Fernández de Velasco y desaparece su
judería. A partir de ese momento, la ciudad inicia su lento e inexorable
declive, a pesar de algunos intentos puntuales de recuperación.
En
1728, Felipe V exime al valle de Tobalina de la jurisdicción de Frías. Los
acontecimientos históricos posteriores no sirvieron para revitalizarla. Frías
estuvo en manos de los duques hasta que en el siglo XIX se suprimieron los
señoríos.
Sobre
un cerro desde el que se domina todo el territorio, se alza la inconfundible y
bella silueta de la población con su destacado castillo, situado en la parte más elevada. A sus pies se sitúan las casas, apiñadas
en torno a la calle mayor
y a
otras paralelas secundarias. La imagen de las
casas colgadas sobre el precipicio, en la vertiente meridional del cerro, han
contribuido a hacer de este pueblo uno de los lugares más pintorescos de
Castilla. El caserío se adapta perfectamente a la abrupta pendiente
del cerro; no en vano algunas de las casas tienen alguna
de sus paredes interiores
labradas en roca viva. La estructura regular del conjunto viene marcada por las
condiciones de adaptación y defensa. Dada su privilegiada ubicación, Frías no
necesitó nunca construir una muralla continua; tan sólo se juzgó necesaria la
defensa a lo largo de la calle del Mercado, entre la base de la torre principal
del castillo y el final del peñasco. En este tramo se abrió la puerta de la
Cadena, de la que aún hoy se conservan algunos
restos.
Aún es
reconocible en la trama urbana de Frías la antigua división en zonas o barrios,
surgidos en las distintas fases de poblamiento. La zona más antigua es La
Muela, adaptada a la forma alargada del cerro. En uno de sus extremos se sitúa
el castillo, y en el otro, la iglesia de San Vicente. Otra zona se estructura
en el lado oeste; es el barrio de San Juan y la antigua judería. Parece que la
parte más moderna es la actual entrada al pueblo, conocida como Barrio
Castellano o de San Francisco, llamado así por encontrarse aquí emplazado el
antiguo convento de los franciscanos. Todas las casas tienen una morfología
tradicional, con entramado de madera y relleno de adobe o de piedra toba. Las
calles son estrechas y angostas y las plazas sólo se abren en la parte alta.
Entre
las riquezas artísticas de Frías hay que destacar la iglesia de San Vicente,
que se encuentra al lado del castillo. Siempre ha sido considerada como la
principal de la ciudad. La traza primitiva fue románica, pero ha llegado hasta
nosotros como una extraña mezcolanza de estilos y materiales. La portada
románica fue vendida y actualmente se encuentra en el Museo de Claustros de
Nueva York. Conserva tres naves góticas de igual altura y una pequeña cúpula en
el centro. En el interior, lo más interesante es la capilla del Cristo de las
Tentaciones, y sobre todo, la capilla de la Visitación, plateresca, en la que
se conserva una bella imagen románico-gótica de la Virgen. Igualmente son muy
interesantes algunas pinturas renacentistas sobre tabla.
La
iglesia de San Vitores es la segunda iglesia que aún queda en Frías de las
cinco que existían en época medieval. Esta construcción, del románico tardío,
se levanta en una ladera. Tiene una única puerta orientada al Sur, que conserva
todavía su estructura originaria y las arquivoltas apuntadas, que sugieren una
construcción realizada ya en el siglo XIII.
Las
construcciones religiosas de Frías se completan con el Convento de San
Francisco y el de Santa María de Vadillo, que tenía fundamentalmente carácter
de hospital. El convento de San Francisco se situó inicialmente a orillas del
Ebro, extramuros de la ciudad, como era habitual en la orden franciscana. En el
siglo XIV se trasladó al lugar que ocupa hoy en día, a la entrada de la ciudad.
Se mantienen algunos restos de su iglesia, hoy modificados y convertidos en
viviendas. El convento de Santa María de Vadillo está situado en la margen
derecha del río Molinar y también hoy ha sido convertido parcialmente en
viviendas; su iglesia gótica fue abandonada.
Cada
año, el domingo más próximo al 24 de junio, la ciudad celebra la fiesta del Capitán, una de las más
antiguas y originales del folklore español. Su origen se remonta a los
levantamientos de la población de Frías en protesta por el cambio
jurídico-institucional que supuso, a mediados del siglo XV, su segregación del
realengo y su inclusión en el régimen solariego, bajo el señorío de los
Velasco. También recuerda la liberación de las tropas napoleónicas. En vísperas
del día de la fiesta se elige a quien representará al “capitán”, que es
ataviado con un uniforme militar decimonónico. El capitán debe demostrar ante
sus convecinos sus destrezas ondeando una bandera. Un grupo de danzantes,
vestidos de blanco y con enaguas, acompañan al capitán en su recorrido por las
calles de Frías, bailando al ritmo de la dulzaina, el tamboril y las
castañuelas.
http://www.ciudaddefrias.es/content/historia
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