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domingo, 3 de junio de 2012

Del Tranco a la Pradera del Yelmo.

 


Many and beautiful flowers ...
delicate little animals…
huge rocks and structural...
breathtaking scenery...
and people where are they?
Clodo.


Ficha Técnica
INICIO: El Tranco
FINALIZACIÓN: Pradera de El Yelmo
SEÑALIZACIÓN: Marcas blancas y amarillas, hasta la Pradera de El Yelmo.
LONGITUD: 8,65 Km, ida y vuelta
DURACIÓN APROXIMADA: 2 h. (Subida), 1 h. (Bajada)
COTA MÍNIMA: 960 m   COTA MÁXIMA: 1.600 m

 Torciéronse los planes iniciales,  y ante el bloqueo que una retahíla de coches impedían que tempranamente accediésemos a la Pedriza; El comandante Clodoaldo, raudo en reflejos,  improvisó una alternativa o plan “B”, que rápidamente logró eclipsar, dado el esplendor del paisaje, la primera opción.
No nos deja indiferentes el caudal de gente que se siente atraído por este privilegiado espacio; eran las nueve de la mañana y el acceso a la Pedriza estaba cerrado a cal y canto; queda lejos aquella estadística que Constancio Bernaldo de Quirós recoge en el año  1923; en ella se detalla que entre el 4 de junio de 1916 y finales del julio de 1919, habían dejado su tarjeta en el buzón del Yelmo 313 individuos, entre ellos 30 mujeres, dos niños y un anciano. No sumaron 100 a lo largo de aquel año. Desde hace alguna década, los estadísticos cifran que son más de 400.000 personas  quienes visitan la Pedriza todos los años, buena parte de las cuales, más de cien al día, tal vez,  peregrina por un día, o dos los más atrevidos, al Yelmo siguiendo las sendas  trilladas que parten de Canto Cochino y parajes limítrofes.
Respondiendo a tal improvisación, decidimos subir a la Pradera del Yelmo desde el Tranco obedeciendo las marcas blancas y amarillas establecidas. Tras abandonar el pueblo,  iniciamos en un continuo zigzaguear peñas arriba, en ocasiones,   a través de irregulares escalones que las piedras componen y, en otras, por angostos caminos que entre los esplendorosos jarales se iban abriendo. El viajero,  a medida que asciende,  encuentra ante sí un manto de jarales en plenitud; sus blancas flores generan armoniosas composiciones que alcanzan a la retina y no le dejan impasible.
Sin darnos cuenta, en media hora,  accedemos al primer descansillo, el mirador del Tranco, donde, aparte de tomar algunas fotos, nos permitimos la licencia  de realizar un ligero descanso. Nos impregna el olor de la jara pringosa, del romero y del cantueso, mientras el carbonero común nos deleita con sus trinos; En ese momento, sin darnos cuenta, perdemos nuestra mirada en el horizonte no sin reparar en el castillo de Manzanares, los embalses de Manzanares y el Pardo, el cerro de San Pedro y más allá en el encuentro del horizonte con el cielo,  Madrid.
Reanudamos la marcha y a una hora del inicio alcanzamos el segundo rellano: La Gran Cañada; otrora  regio lugar de pastoreo de caballos y vacas. La ruta discurre entre el roquedo, a menudo de formas caprichosas  y la vegetación según ascendemos va menguando en tamaño. Encinas, enebros y robles aparecen dispersos mientras sigue predominando la jara.
En la subida, un sapo partero custodia una singular fuentecilla de sabor agradabe, cristalina, baja en sodio, y con extraordinarios poderes, entre otros, calmar la sed del viandante.   Otra media hora más de subida nos lleva a la tercera planta o rellano; zona de descanso y pernoctación de jóvenes y envidia de adultos. Habitada por grandes bloques de piedras en perfecta armonía llevan a disfrutar y ver la, hasta ahora escondida, cima del Yelmo.  Han sido dos horas de fatigosa subida para salvar 600 metros de desnivel en los tres kilómetros que nos separan del Tranco.
Tras el oportuno descanso, ingesta y contemplación de la cima del Yelmo, de los escaladores ,  del inmeso número de rocas que pueblan la pradera y hoy también de un rebaño de cabras, procedemos a acometer la vuelta realizando un rodeo que nos lleve ante una de la más acertada obra originada por la erosión, o fenómeno sobrenatural: EL ELEFANTITO.
Para ello, caminaremos hacia el final de la pradera del Yelmo, donde veremos dos caminos: el de la izquierda, bordea el Yelmo por su cara noreste, en la que se encuentra la brecha por la que se puede subir hasta la cima, pero nosotros tomaremos el de la derecha que se dirige hacia lo que parece una infranqueable muralla de rocas. El camino no es muy claro, se trata de un camino bastante tortuoso, que debemos tomarlo  con las precauciones debidas. Llegamos a la Senda Maeso, que recorreremos en dirección Sur durante casi un kilómetro. En unos 50 minutos de descenso nos llevan a presenciar y quedarnos maravillados de la perfección con que la naturaleza ha labrado esta cabeza de elefante. Seguimos por la misma senda, que baja cerca de un arroyo, hasta llegar a la Gran Pradera y desde aquí, por el camino que recorrimos al principio, bajaremos hasta el Tranco. 




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