Pompeya fue una ciudad del sur de Italia que
floreció durante el Imperio romano. En el año 79 d.c. un volcán
cercano, el Vesubio, inundó la ciudad de lava y ceniza, conservándola así
durante los siguientes 2.000 años. Es
uno de los yacimientos arqueológicos más famosos del mundo.
Pompeya era una ciudad normal, sin ninguna importancia especial. Se convirtió
en una comunidad romana en 91 a.C. y durante los siguientes 150 años muchos
romanos ricos construyeron en ella sus casas, disfrutando del clima a orillas
del mar Mediterráneo. Este
emplazamiento sólo tenía un inconveniente: la ciudad estaba dominada por el
monte Vesubio, un volcán. No obstante, esto no preocupaba demasiado a
sus habitantes, que nunca lo habían visto en erupción. En el año 62 a.c., el
Vesubio retumbó y Pompeya fue sacudida y dañada por un fuerte terremoto.
Diecisiete años después hubo más temblores de tierra en la región, pero la
gente de Pompeya los ignoró y siguió con sus vidas.
Erupción del Vesubio
Cuando
estos restos volcánicos se solidificaron, sellaron gran parte de la ciudad. Los
supervivientes huyeron mientras tenían lugar otras erupciones en la región; la
cercana ciudad de Herculano también quedó arrasada por la lava.
Pompeya había desaparecido. Primero
quedó enterrada y luego quedó olvidada, aunque en los siglos posteriores las
gentes de la región hablaban de la «ciudad perdida» y encontraban piezas de
cerámica y otros restos antiguos.
En 1594 los obreros que trabajaban en un
acueducto de la región encontraron edificios en ruinas. Entonces, en 1709, un
granjero local encontró grandes losas de mármol mientras excavaba un pozo. Con
ello comenzó la caza del tesoro, por lo que seguramente muchos objetos valiosos
fueron desenterrados y llevados a otros lugares. Treinta años después, un
ingeniero llamado Rocco Alcubierre utilizó herramientas más poderosas y pólvora
para excavar un túnel por entre la lava sólida. De inmediato encontró pinturas
murales y las gradas de un anfiteatro.
Durante
más de 100 años, las personas que visitaban el yacimiento sólo estaban
interesadas en encontrar objetos preciosos.
Fue en 1860 cuando Giuseppe Fioreli se hizo
con el control de la excavación. Comenzó a investigar la ciudad manzana a
manzana, tomando y conservando cuidadosas notas de todo lo que encontraba en el
yacimiento. Numeró cada puerta, de modo que cada casa o tienda pudiera
identificarse. Siempre que era posible, dejaba las cosas allí donde las
encontraba, para que fuera más fácil hacerse una idea de toda la comunidad.
Desde entonces las excavaciones han continuado con regularidad a pesar de
algunas paradas ocasionales.
Gran cantidad de datos sobre los acontecimientos del año 79 d.C. se saben
gracias a los escritos de Plinio el Joven, que se encontraba en la cercana
ciudad de Misena. Su tío, Plinio el Viejo, mandaba la flota que se apresuró a
rescatar a los supervivientes y tuvo una visión de cerca de la erupción
volcánica. Plinio el Viejo fue alcanzado en la playa por el humo y murió allí.
En la actualidad se han desenterrado unas tres cuartas partes de la ciudad y el visitante moderno puede hacerse una idea de cómo era la vida diaria en Pompeya. Los edificios se han restaurado, con tejados reconstruidos, y los científicos han identificado y conservado semillas de muchas plantas y vuelto a plantar los jardines de los que disfrutaban los pompeyanos.
En el momento de la
erupción había tres baños públicos en Pompeya, en los que hombres y mujeres
podían bañarse y relajarse. Algunos ciudadanos ricos poseían sus propios baños
de lujo en casa.
Había dos teatros: uno grande y abierto que
podía acoger a unos 5.000 espectadores, y otro más pequeño y cerrado para
conciertos y recitales. El anfiteatro, donde los gladiadores luchaban y se
mataban unos a otros, así como a animales salvajes, también está excavado por
completo.
En el año 79 d.C., la puerta del puerto
de la amurallada ciudad de Pompeya se encontraba a sólo 500 metros de la bahía
de Nápoles. La erupción lanzó ceniza y lava a la bahía, elevando el nivel del
fondo marino, por lo que hoy día Pompeya se encuentra a 2 kilómetros tierra
adentro. Esto demuestra la fuerza del desastre que enterró a una ciudad y creó
un yacimiento arqueológico único.
Personas de yeso de
Pompeya
Giuseppe Fiorelli encontró muchos esqueletos durante su excavación de la
lava de Pompeya. También se dio cuenta rápidamente de que los cuerpos de
las víctimas habían dejado huecos en la ceniza y la piedra pómez, endurecidas
antes de que los cuerpos y las ropas se deshicieran con los años. Esos huecos
eran como los moldes que utilizan los escultores y Fiorelli encontró un
ingenioso sistema para rellenarlos y hacer copias de los cuerpos.
Vertía yeso líquido en un hueco y, cuando se había endurecido, quitaba la lava
de alrededor para revelar el molde de yeso. Éste era una detallada copia de la
persona, que en ocasiones conservaba expresiones de miedo o agonía en el rostro
de la víctima. Se hicieron moldes
de personas y animales, incluido un perro que estaba encadenado y no podía
escapar. Muchas de las víctimas estaban intentado cubrirse la cara con
las manos o las ropas mientras se estaban ahogando. También se hicieron moldes
de puertas, contraventanas e incluso raíces de árboles.
En total, en Pompeya se han encontrado unos 2.000 cuerpos de una población total de 20.000 personas. Muchos ciudadanos debieron conseguir escapar de la catástrofe huyendo a los terrenos cercanos, pero puede que todavía haya más cuerpos por descubrir.
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