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domingo, 4 de noviembre de 2018

Un paseo desde Valcobero.


"El otoño siempre ha sido mi estación favorita. El momento en que estalla todo con su belleza pasada, como si la naturaleza hubiera estado ahorrando el año para el gran final"
(Lauren DeStefano).
Es uno de noviembre, hoy se celebra en España el día de todos los Santos; En esta ocasión acierta plenamente el refranero "Por los Santos nieve en los altos y por San Andrés (30 de noviembre) nieve en los pies".
Convocados con la amabilidad y generosidad que a Helena y Pedro les caracteriza,  nos acercamos en la plenitud del otoño,un grupo de 14 personas,  a una auténtica aventura por la montaña Palentina.  La idea de partida era hacer la ascensión a tres míticas montañas de la citada provincia: Pico Murcia, Espigüete y Curavacas, pero las inclemencias metereológicas surgidas - mal tiempo y abundantes nevadas- modificaron nuestros planes.
Descripción de la ruta.
La ruta abarca un espacio que forma un espléndido collage: Un pueblo semiabandonado, un pantano de aguas serenas, un hayedo acogedor y un robledal entrañable. Todo ello adornado con verdes praderas donde pasta el ganado, cincelado de luz y color que cambia a cada instante, rodeado de montañas que acogen a todo aquel que aspire a descubrirlas.
Valcobero está asentado en un valle de una belleza excepcional. Cuenta con una casa muy antigua cuyo tejado de colmos de centeno se resiste a claudicar ante el paso del tiempo.
Su iglesia, de origen románico, fue durante años el refugio de una pila bautismal del siglo XIl, que se expone en el Museo Episcopal de Palencia.
Junto a Valcobero está situado el robledal “El Bardal”, un precioso bosque cuyo Interior podemos invadir para descubrir la belleza instalada en lo senallo. En la ladera oeste del pico Traslosvocines, frente a la
localidad de Otero, bordeando el pantano de Compuerto, se encuentra el Hayedo de Otero, un lugar de impresionante riqueza natural que ofrece al caminante la posibilidad de distrutar de la armonía conquistada entre los hombres y la Naturaleza. Así, el sonido del agua al chocar en la orilla, el rumor de las hojas en contacto con el viento, el siseo de las pisadas al avanzar en la espesura, pueden resultar instantes de pura fascinación.

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